Entradas

Mostrando las entradas de junio, 2011

Mala Madre II

Se echó en la cama y recogió entre las frías sábanas. La noche se hacía más larga inmersa en la eterna espera. Pero nunca tan dolorosa como las tardes inciertas de antaño, en que el futuro se veía tan difuso como los latidos que portaba en su vientre. Tomó la cajetilla que estaba sobre la mesa y la lanzó al basurero, debía cuidarse. Esta vez lo haría. Atrás habían quedado las noches eternas, la bohemia y la esperanza. Esas noches dieron paso a los días grises e irreconocibles unos de otros. Cuando la facultad fue un recuerdo, una tímida excusa para volver al pasado, ya no quedaba mucho por recordar. Como quien vacía sus cajones de la infancia, donde colores y aromas se mezclan entre dibujos y recortes, entre ilusiones y añoranzas, ella decidió dejar atrás toda confusión, conservar la sonrisa sumisa de su madre y las palabras de su padre, y fingir ser la doncella perfecta que ya se cansó de esperar en la torre. Quiso recordar, sentir un y otra vez aquella extraña emoción del secreto r
Su aguas pútridas no minarán nuestras raíces. Sus gases tóxicos no asfixiarán nuestras altas ramas. Sus lenguas como hachas no son amenaza; la corteza puede ceder, pero el corazón se arrecia con cada embestida. Uno, árbol amenazado, indefenso ante realidad inofensa. Juntos, un bosque infranqueable que mira de frente al sol. Y en lo alto las manos enramadas, se alzan buscando luz y calor. Y bajo tierra principios ancestrales, las raíces hondas que llenan de savia nuestras venas, como ira contenida, como miles de voces clamando justicia, llevan a lo alto la sublime esperanza de encontrar la libertad... Podrían por mil años tratar de nuestros principios arrancar, y eso mil años sobre las mismas ideas nuestras construir futuro. Y podrían mil incendios provocar y nunca quemar nuestras ramas. La conciencia de un pueblo no se hace humo, ni su historia, ni su memoria... Y aunque con todo lograsen arrasar, de entre cenizas la semilla siempre renacerá.

El temblor

Camino por Marcoleta. Me detengo en Portugal. Luz roja. Una mujer me observa detenidamente. Veo un guanaco pasar frente a mí. Las piedras en mi mochila, comienzan a temblar.

Mala Madre I

Mierda, estoy embarazada . Recordó años después Abigail mientras sostenía en su mano la cajita blanca a la espera de la aparición de la crucecita roja. Treinta años y revivía aquel cosquilleo insensato, aquella duda que corroe entrañas y mueve mundos de ilusión. Sentada en el borde de la tina, con los pantalones a los talones, no atinaba a quitar su vista abstraía del objeto que aprisionaba entre sus manos.Su ciclo alterado, y una condición similar a la hiperestesia que la aquejaba hacía unas semanas, la hicieron dudar de su estado. Alejandro estaba de viaje. Últimamente parecía más distante, quizás eran sus divagaciones lo que lo mantenía a distancia, o el constante ir y venir rutinario. Él era un hombre de cambios y aventuras, para nada sedentario y menos asentado. De mirada montaraz, y manos en fuga. Con una sonrisa supo que podría obtener de él algo más que una simple mirada. Lo conoció en aquellos días de alcohol y bohemia, cuando iba con Paulo al colectivo literario ese, cerca d