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Sirenas

Últimamente el grito ahogado de las sirenas, es lo único que me saca de mis cavilaciones. Y cuando levanto la cabeza, veo como todos lo hace de forma instintiva, y vuelven a ensimismarse confiando en que no son sus hermanos los que piden socorro, no es su casa la que arde en llamas o no son sus sueños lo que se han accidentado, porque para eso bien guardados están en el olvido.

Límites

Siempre me jacté de conocer el límite. De haber jugado al borde del precipicio, de nadar hasta el fondo de la copa y salir a la luz nuevamente. Nunca miré atrás. Más bien cargué con todo aquello que sabía que siempre me ataría al pasado; así me he ahorrado por años la tentación de convertirme en una estatua de sal; y eso me ha hecho más fuerte, la espalda y los brazos cansados de sostener el peso del pasado, me han ayudado a sostener sobre mi cabeza todos los cielos rotos. Pero un día desperté y quise más. Y entregué todo lo que tenía a cambio. Dudé, no lo niego, ¿para qué nos dotó Dios de razón si no fue para dudar? Vivía en la soledad, y encontré un amigo. Estaba sedienta y me dio de beber. Era la flor seca del jardín, pero a él no le importó, se hacía sentir como una flor igual a las demás, o más bella, o más lozana. Y creí que ya no necesitaría las rocas de mi pasado. Y reconocí los siete colores. Y no envidié más el perfume de otras flores.Y soñé con un jardín lleno de vida. Y
Algo parece corroer las córneas de todos. Cada día somos más ciegos, pero la rutina nos engaña y aparta de la realidad. Cruzamos la calle, pagamos el pasaje, saludamos, besamos, reímos y hasta cuestionamos. Pero cada día nos automatizamos más y más. Y el ácido que dejan caer sobre nuestras cabezas se disfraza entre la lluvia. Y las mentiras que nos infunden las bebimos como agua, el primer café de la mañana está más contaminado que tres décadas pasadas de inercia. Y somos culpables. Los únicos culpables, de toda la niebla, de toda el hambre, de todo el miedo. Constructores de ilusiones bañadas en oro, con cimientos de sal, sobre un mar agitado. Labradores de campos sembrados de peste, que llevamos a nuestras mesas como bellísimos frutos. Recibimos noticias de la desgracia ajena, y somos los propios mensajeros de nuestra agonía. Caen a nuestros pies cadáveres día a día, y sólo sepultamos nuestra conciencia.

Son palabras

Corren y corroen como el agua a la montaña. Son ideas, son suspiros son versos y canciones enteras, mordidas, partidas y molidas. Son oraciones, plegarias cadenas, maldiciones son amores, son perdones son pincel y cincel acuoso son auroras y mediodías precioso grial y sal meliflua son comienzo, son final son palabras sin más menciones
Si volteara la cara, y diera la otra mejilla; no sólo le estaría honrando a él, sino que estaría deshonrando sus propios  principios.
Él, era aquel tipo al cual ella nunca se habría detenido a observar. Pero ahí están ahora, juntos y complacidos. Extraños senderos nos presenta el destino. Sólo hay que caminar sin vacilar.

Yo temo hoy

¿Y si fuera yo la que teme de ti? ¿Y si mañana fuera tu lecho el vacío? Y yo la que regresa sobre sus pasos desdibujando cada línea que pinte sobre tu pecho. Y tú el que se queda desnudo y herido, sobre tus promesas y mis palabras ahora vacías de sentido. Es sólo que a veces retomo mis lecciones, y no imaginas cuanto he tenido que aprender; a perdonar, a reír, a extrañar, incluso aprendí a caer sin hacer ruido y en silencio levantarme. Y parecen hoy tan lejanos esos días en que era yo quien daba la primera estocada, pero tan inminente el escozor de la nueva herida...

Id, y multiplicaos.

Observo el retrato de Gabriela Mistral. Suspiro, y armándome de valor, le exhorto: ¡Multiplícate! Que le debo diez mil a mi hermana....
quisiera seducirte día a día y construir una muralla de deseo entre los dos hay miles de aves revoloteando hay mil distracciones y sólo un astro que seguir quisiera desnudarte a cada mirada y haceros sentir lo que logras en mí hay un valle blanqueado hay un sendero marcado y miles de caricias que recoger quiero día a día en ti florecer y rodearte de esa muralla que día a día construyo quiero iluminar cada uno de tus días y arropada en tu valle esperar la noche caer

La gran respuesta

Y en par de líneas halló la respuesta que desde hacía mucho andaba buscando. El problema fue que nunca gustó de los marca páginas.

Voz y poeta

No tenía su vuelo, pero hizo de aquella pluma caída la fuente de todas sus creaciones. Nunca fue albatros, conformóse  con ver como los demás alzaban el vuelo, como otros surcaban el cielo. Él, en tierra firme se mantuvo, oyendo las olas y bebiendo la sal del viento. Pero su vida fue más próspera que si alto su vuelo hubiese alzado. Su pluma recorrió lugares más lejanos que el horizonte, y su voz colmó más senos que playas. Su pluma se convirtió en el canto de muchos, y la tinta con que dibujó la vertiente de miles de descontentos. Sin ser poeta se convirtió en la voz de un pueblo.

Nuevo Día

Del cielo caía como lluvia, y de la tierra brotaba como la hierba. Eran los tiempos del olvido, donde los viejos dioses eran losas frías y nuevos colores daban respuesta a los desconsolados. La esperanza y la inocencia se transaban a bajos costos, como si la moral humana tuviesen precio. Las auroras eran grises y el crepúsculo se matizaba con  el eterno fulgor de la ciudad. Sin días ni noches. Relojes que contaban horas infinitas, esperando un manto oscuro devorado por el avance de del Nuevo Día. Cuando anunciaron el Nuevo Día, como la buena nueva de la iglesia del descontento y la fugacidad, todos se arrodillaron ante el alzamiento del Nuevo Hombre. El Nuevo Hombre entró en cada hogar y en cada escuela, portando la luz eterna del Nuevo Día, del esplendor perpetuo, dejando atrás aquellas noches de temor y dolor que azotaron la humanidad desde sus inicios. Era esperanza, era la respuesta a las súplicas de miles de castigados por el oscuro lado de la vida. Y en cada hogar no hubo

Mala Madre II

Se echó en la cama y recogió entre las frías sábanas. La noche se hacía más larga inmersa en la eterna espera. Pero nunca tan dolorosa como las tardes inciertas de antaño, en que el futuro se veía tan difuso como los latidos que portaba en su vientre. Tomó la cajetilla que estaba sobre la mesa y la lanzó al basurero, debía cuidarse. Esta vez lo haría. Atrás habían quedado las noches eternas, la bohemia y la esperanza. Esas noches dieron paso a los días grises e irreconocibles unos de otros. Cuando la facultad fue un recuerdo, una tímida excusa para volver al pasado, ya no quedaba mucho por recordar. Como quien vacía sus cajones de la infancia, donde colores y aromas se mezclan entre dibujos y recortes, entre ilusiones y añoranzas, ella decidió dejar atrás toda confusión, conservar la sonrisa sumisa de su madre y las palabras de su padre, y fingir ser la doncella perfecta que ya se cansó de esperar en la torre. Quiso recordar, sentir un y otra vez aquella extraña emoción del secreto r
Su aguas pútridas no minarán nuestras raíces. Sus gases tóxicos no asfixiarán nuestras altas ramas. Sus lenguas como hachas no son amenaza; la corteza puede ceder, pero el corazón se arrecia con cada embestida. Uno, árbol amenazado, indefenso ante realidad inofensa. Juntos, un bosque infranqueable que mira de frente al sol. Y en lo alto las manos enramadas, se alzan buscando luz y calor. Y bajo tierra principios ancestrales, las raíces hondas que llenan de savia nuestras venas, como ira contenida, como miles de voces clamando justicia, llevan a lo alto la sublime esperanza de encontrar la libertad... Podrían por mil años tratar de nuestros principios arrancar, y eso mil años sobre las mismas ideas nuestras construir futuro. Y podrían mil incendios provocar y nunca quemar nuestras ramas. La conciencia de un pueblo no se hace humo, ni su historia, ni su memoria... Y aunque con todo lograsen arrasar, de entre cenizas la semilla siempre renacerá.

El temblor

Camino por Marcoleta. Me detengo en Portugal. Luz roja. Una mujer me observa detenidamente. Veo un guanaco pasar frente a mí. Las piedras en mi mochila, comienzan a temblar.

Mala Madre I

Mierda, estoy embarazada . Recordó años después Abigail mientras sostenía en su mano la cajita blanca a la espera de la aparición de la crucecita roja. Treinta años y revivía aquel cosquilleo insensato, aquella duda que corroe entrañas y mueve mundos de ilusión. Sentada en el borde de la tina, con los pantalones a los talones, no atinaba a quitar su vista abstraía del objeto que aprisionaba entre sus manos.Su ciclo alterado, y una condición similar a la hiperestesia que la aquejaba hacía unas semanas, la hicieron dudar de su estado. Alejandro estaba de viaje. Últimamente parecía más distante, quizás eran sus divagaciones lo que lo mantenía a distancia, o el constante ir y venir rutinario. Él era un hombre de cambios y aventuras, para nada sedentario y menos asentado. De mirada montaraz, y manos en fuga. Con una sonrisa supo que podría obtener de él algo más que una simple mirada. Lo conoció en aquellos días de alcohol y bohemia, cuando iba con Paulo al colectivo literario ese, cerca d
Cuidado con las palabras, son las únicas que mienten. Cuidado con los hombres que aprendieron a hablar. Cuidado con las lenguas que dejaron atrás dulces placeres, para sólo probar nuevas amarguras. Cuidado con eso que quieres decir, no muerdas tu lengua, recuerda que sólo ella sabe mentir.

Mi madre

Mi madre nunca amó el invierno. Sus mejillas se agrietaron soportando el frío de la angustia y las palabras consumidas. Ella guardó su confianza en el último cajón del tocador de la vida y me dio su abrigo para que no sufriera la algidez de los campos. Pero yo amo el frío, y correr descalza por empinados ensueños. Nunca supe amar sus palabras, sí sus manos, sí sus cabellos. Porque creí tener la confianza de la que ella habíase desprendido. Hasta que un día encontré el tocador de mi propia vida, y encontré mis tesoros sepultados en los cajones de la negación. Yo tenía la confianza, pero ella tenía la razón, ella era el perdón. Yo tenía ríos de vida corriendo por mi cuerpo, mientras que sus ríos en sabiduría se habían tornado. Y entonces ya no fue mártir, testimonio, condena. Se hizo luz, vida. Hoy es monumento.

Eclipsada

Ya sé, ya sé, fue sólo un momento, difuso, callado, fugaz. Un astro eclipsado por otro astro, cuya sombra no podría opacar por siempre a ese de quien se aferraba. Aún así me niego a aceptarlo, me niego a creer que me he convertido en el satélite de uno, y que aún giro a su alrededor, solitaria, monótona, derrotada; mientras ese que venero no detiene su paso raudo para aceptar mi abrazo. Soy una condenada a la soledad, de esas que por propia mano han atado el cadalso a su cuello; no sufro por su ausencia, no, sufro su indolencia. Y regreso al lugar en que todo comenzó, para no detener mi marcha cansada; mientras, ese  a quien venero en silencio, sólo se digna a rozarme brevemente con su sombra.

Conversación con una extraña II

La mujer de cabellos grises rozó mi hombro, sacándome de mi embotamiento. Él es feliz, aunque le habría bastado con tu amor para serlo aún más, sólo entre tus brazos.

Conversación con una extraña I

Me preguntó que era lo que yo más odiaba: La inconsecuencia, y la cobardía. Miró a mi alrededor y suspiró, que inconsecuencia la tuya dijo.

Buscando el sol

Cruzó el crepúsculo buscando el sol. Tantos añiles inviernos congelaron hasta sus sueños infantiles. La vida pudo más que novelas y jazmines, la niebla cubrió más que los abrazos y fugaces estrellas. Estas largas tardes me recuerdan el invierno. ¿A pesar del calor? ¿A pesar del azul del cielo? Le increpé una larga tarde. A pesar del calor, de la luz y del azul del cielo, de tus labios y de tus cabellos, no soporto la espera. Y echó a andar cruzando montes y caderas, escaló vientres y recorrió cuellos. El crepúsculo sólo era la puerta. El sol se hizo eterno entre las sábanas de sus amantes fugaces.

Recuerdo

Imagen
Verte y sostener tu mirada. Seguir el camino que nos vuelve a reencontrar. Ignorar tu ojos insistentes, su luz, su emoción. ¿Por qué tu mirada tiembla? Si ya son tantos años sin verme. ¿Por qué buscas mis pasos tras de ti? Si hemos tomado senderos tan distantes. Veo la palabra entre tus labios, cada vez que volteas acechante. Pero veo el temor en todo tu cuerpo, la cobardía que devora tus pasos y sueños. Camino a tu lado y sonrío. Como quien coquetea a un extraño.  Beatriz. Me adentro en la boca de cristal sin mirar atrás. Beatriz . Y tu mano sobre mi brazo. Sonrío una vez más. Perdone, pero mi nombre es Violeta. Y continúo mi camino, con los ojos vidriosos. Ignorando el pasado, y su hiel del recuerdo. Consciente de que sólo yo te conozco y reconozco; y que yo para ti, sólo soy un fantasma entre la gente.
No es el dolor de los sueños rotos. Sólo es el recuerdo de pasos y risas por el pasillo; el perfume de flores secas. No es la culpa de los años, es el peso de las ramas que se alzan al cielo, infinitas. Tampoco es la noche, la copa se vacía siempre al mismo ritmo. No es la soledad, es la compañía de lo inesperado.
Nací mujer y no poeta. Con un río en el pecho y en la mano un gorrión. Mustia la boca, lagrimeante el corazón. El nació poeta y no mujer. Con los hombros resecos y una daga en la mano. Rojos los ojos y de cera la piel. Yo abro mis manos y dejo el gorrión volar. Él abre las carnes, y así al mundo llegar. Murmura exangüe mi boca a sus ojos, pozos de ira. Llora mi pecho como un río que baña su impermeable piel. La tierra me quiso mujer, poeta él. Pero yo traje la vida, el se bañó de dolor antes de nacer, porque poco sabe el hombre de la vida, nace y muere en seno de miel. Crece, suspira, crea y avanza, porque hombre y poeta cae los pies de una mujer.

Reina Negra (Atrum Regina)

Mujer ingrata de sus amigos, desnuda de preocupaciones. Mísera de pasiones, y malgastadas energías. Callada como la hoja que cae ante el abismo de la soledad. Autumnal, etérea, cansada de arrastrar trozos de esperanzas. Víbora, sediciosa de la vida, inflexible ante la rutina y enemiga de la multitud. Susurrante y maternal, con los brazos cruzados frente al vientre, como quien lucha por no ser tocada por la felicidad….

Devuelvo la vida

Te juro que pensé que seríamos libres. No creí en que las cosas podrían tomar tal curso, y menos que yo sería la responsable. ¿Te has detenido a pensar sobre lo que seríamos hoy de no haberos detenido  aquel día, en aquella calle? Yo sí, cada día, mientras extiendo el mantel sobre la mesa vacía y le hablo a mis fantasmas envasados. Ellos vienen a mí, porque yo aún no puedo dejarte; y no quiero hacerlo nunca. Prefiero la cadena del recuerdo a la libertad de esta soledad viciosa que me acecha. Sueño a veces con que un día me dirás que todo está bien, que todo será mejor en nuestra vida. Tal como la noche antes al día en que tomamos nuestras maletas rumbo a la nada, y tu ex marido se plantó frente a ti, mientras yo cruzaba la calle. Y presa de la impotencia, pudiendo yo nada y quienes te rodeaban todo, vi como la vida se te escaba por las entrañas como dando vida, pero esta vez, devolviéndosela  a la vida misma. Quizás un día la pandemia de la locura me lleve lejos de tu recuerdo, pero mi
A P. R. C. Me siento humilde y caprichosa, como aquella niña que ha perdido su camino en busca de su juguete extraviado, y se niega a pedir auxilio por orgullo y temor a la reprimenda. Me siento más viva que nunca. Más libre, más liviana. Perpetua. Almendro en flor y fruto maduro. Hoy me siento una mujer completa.
Apagué el cigarro en el vaso. Si mi madre me viera haciendo eso, sufriría un ataque; si mi madre estuviera viva, moriría de un ataque al ver el desastre en que me he convertido, al ver al límite que he llegado. Siempre pensé que podría ser peor, y que todo iría bien; aunque tardara un poco. Pero me equivoqué, ahora lo veo, tenía que consumir cerca de treinta años y muchos cigarrillos para ver claro. Suspiro. Leo el diario. Me pregunto si habrá lugar allá afuera para aquellos que fuimos derrotados en extemporáneas batallas y nunca sanamos nuestras heridas. Veteranos de la vida, autoexiliados, suicidas sin destino. Suspiro, lo único que hago cada día de forma rutinaria. Dejé de hacerlo por un tiempo, alguien me pidió fe, y la tuve por ese alguien. Alguien me pidió fuerza, y arrecié mi espíritu por ese alguien. Ahora chequeo mi correo, mi contestadora. Y no hay señales de ese alguien que pidió tantos deseos que le fueron concedidos. Tomo otro cigarrillo y lo observo consumirse. Se ap

Espero

Hay una ventana. Una ventana casi abierta. Pero prefiero no saber que hay más allá. Mis huesos crujen de frío. Mis huesos crujen de dolor. Ay, es el dolor lo que me mantiene con vida. Una vez me recomendaron que me alegrara, si sentía dolor, podía tener muchas otras sensaciones. Pero el dolor prima por sobre todo, y por sobre la nada.  Y nada me queda desde entonces, como si aquella tarde todos mis sentidos hubieran cerrado sus puertas. Por eso observo aquella ventana entreabierta. A veces pienso que si cierro los ojos por mucho tiempo, cuando los abra estaré en otro lugar. Pero aún no sucede. Aún espero. Espero que alguien abra la ventana que aún no me atrevo a abrir con mis manos mustias y temerosas.
Ríe hoy. Ríe ahora. Puede que mañana este revólver esté cargado, y ya no tendrás de qué reír.

Sin Nombre

Los milicos llegaron una noche dijo mi papá, abrieron un hoyo al final del cementerio, donde todavía no se poblaba, y lo taparon al tiro. Mi mamá me mandaba a dejar flores al montón de tierra escarbada todos los domingos. Todos sabían que eran almas sin nombre, rostros borrados que una vez dejaron su hogar y familia y nunca más vieron la luz, pero sólo lo confirmaron hace un año una gente que vino de Santiago. Se llevaron todo, hasta el último hueso que encontraron al fondo de esa fosa negra. La gente de mi pueblo puso una placa en memoria de aquellos héroes sin nombre: Los que una vez respiraron lucha, hoy respiran libertad.

Palabras al aire

(Lo que no te dije ayer, se lo digo hoy al viento.) Perdona haberos querido tanto, perdona haberos escuchado, perdona por abrazarte cuando lo necesitaste, y haber acudido a ti cuando me llamaste. Perdona por estar ahí siempre para ti, perdona por ser sincera contigo, perdona por mirarte a los ojos y decir lo que pensaba, y perdona por haber confiado en ti. Perdona por odiar a mi mejor amigo por haberos hecho él a ti sufrir, perdona por no querer que sufrieras lo mismo que yo, perdona por tratar de abrir tus ojos, y perdona por dibujar lo que veía. Perdona por cumplir mi promesa de contigo vivir, y quedarme sin techo seguro, perdona por organizar tu cumpleaños y querer celebrar en paz, perdona por correr hacerte sonreír, y por secar tus lágrimas. Perdona todo aquello que hice por ti, no conocía el daño que te hacía, no sabes cuanto lamento,  haber estado ahí para ti siempre.