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Mostrando las entradas de diciembre, 2011

Sirenas

Últimamente el grito ahogado de las sirenas, es lo único que me saca de mis cavilaciones. Y cuando levanto la cabeza, veo como todos lo hace de forma instintiva, y vuelven a ensimismarse confiando en que no son sus hermanos los que piden socorro, no es su casa la que arde en llamas o no son sus sueños lo que se han accidentado, porque para eso bien guardados están en el olvido.

Límites

Siempre me jacté de conocer el límite. De haber jugado al borde del precipicio, de nadar hasta el fondo de la copa y salir a la luz nuevamente. Nunca miré atrás. Más bien cargué con todo aquello que sabía que siempre me ataría al pasado; así me he ahorrado por años la tentación de convertirme en una estatua de sal; y eso me ha hecho más fuerte, la espalda y los brazos cansados de sostener el peso del pasado, me han ayudado a sostener sobre mi cabeza todos los cielos rotos. Pero un día desperté y quise más. Y entregué todo lo que tenía a cambio. Dudé, no lo niego, ¿para qué nos dotó Dios de razón si no fue para dudar? Vivía en la soledad, y encontré un amigo. Estaba sedienta y me dio de beber. Era la flor seca del jardín, pero a él no le importó, se hacía sentir como una flor igual a las demás, o más bella, o más lozana. Y creí que ya no necesitaría las rocas de mi pasado. Y reconocí los siete colores. Y no envidié más el perfume de otras flores.Y soñé con un jardín lleno de vida. Y
Algo parece corroer las córneas de todos. Cada día somos más ciegos, pero la rutina nos engaña y aparta de la realidad. Cruzamos la calle, pagamos el pasaje, saludamos, besamos, reímos y hasta cuestionamos. Pero cada día nos automatizamos más y más. Y el ácido que dejan caer sobre nuestras cabezas se disfraza entre la lluvia. Y las mentiras que nos infunden las bebimos como agua, el primer café de la mañana está más contaminado que tres décadas pasadas de inercia. Y somos culpables. Los únicos culpables, de toda la niebla, de toda el hambre, de todo el miedo. Constructores de ilusiones bañadas en oro, con cimientos de sal, sobre un mar agitado. Labradores de campos sembrados de peste, que llevamos a nuestras mesas como bellísimos frutos. Recibimos noticias de la desgracia ajena, y somos los propios mensajeros de nuestra agonía. Caen a nuestros pies cadáveres día a día, y sólo sepultamos nuestra conciencia.

Son palabras

Corren y corroen como el agua a la montaña. Son ideas, son suspiros son versos y canciones enteras, mordidas, partidas y molidas. Son oraciones, plegarias cadenas, maldiciones son amores, son perdones son pincel y cincel acuoso son auroras y mediodías precioso grial y sal meliflua son comienzo, son final son palabras sin más menciones