Reflejo
Tu nombre está impreso en cada página. No necesito indicarte el lugar en que haz de hallarlo. Observo con detención aquella figura que se para frente a mí. Su mirada sostiene desafiante la mía; su boca, una mueca de indiferencia, pareciera tener algo que decir. Ojos cansados. Labios mustios y resecos. La piel de mármol y los hombros caídos. Lástima. Eso provoca en mí. Veo en sus ojos, que alguna vez brillaron con intensidad. Veo en la comisura de sus labios, que alguna vez sonrió. Sus hombros caídos, evidencian el cansancio, la desidia de los años pasados que se cargan sobre la espalda y encogen el alma hasta hacerla un pequeño bulto que fácilmente se extravía. Y quién no ha extraviado una parte de sí. Al entregar el corazón a quien no lo mereció; al dar la mano a aquel que empuñaba ponzoñosa daga; al confiar en ese que no supo luego cuidar sus palabras. Y es que todos viven expuestos a perder algo, incluso a sí mismos; a ir por un tortuoso camino, y no regresar por él. Y a