Caracolas
Alguien me sonríe. Desconcertante. Francamente. Detengo mi paso acelerado y giro sobre mis talones. Él aún me observa con la sonrisa fija en los labios. Apenas distingo sus rasgos a través del cristal blanqueado: los ojos tímidos, la boca risueña. No sé qué hacer, no todos los días te sonríe un extraño a través de un cristal. Alzo la vista y me encuentro frente a la facultad de economía de la Chile. Un cristal sembrado de caracoles delineadas me separan del desconocido. Me animo, y camino hasta el umbral. Un guardia me indica que a mi izquierda, como siempre, está la entrada a la exposición. Me detengo en la puerta y busco con la mirada al desconocido sonriente. Detenido en la nada, ahora con los ojos vidriosos y la boca sorprendida, rodeado de caracolas. Me acerco con soltura, los extraños no me intimidan. Son las caracolas de Neruda, una maravillosa colección, me comenta con voz temblorosa, mientras toma los colores de una granada, y parecías una sirena. ¿Por lo encantadora, o