Mala Madre II
Se echó en la cama y recogió entre las frías sábanas. La noche se hacía más larga inmersa en la eterna espera. Pero nunca tan dolorosa como las tardes inciertas de antaño, en que el futuro se veía tan difuso como los latidos que portaba en su vientre. Tomó la cajetilla que estaba sobre la mesa y la lanzó al basurero, debía cuidarse. Esta vez lo haría. Atrás habían quedado las noches eternas, la bohemia y la esperanza. Esas noches dieron paso a los días grises e irreconocibles unos de otros. Cuando la facultad fue un recuerdo, una tímida excusa para volver al pasado, ya no quedaba mucho por recordar. Como quien vacía sus cajones de la infancia, donde colores y aromas se mezclan entre dibujos y recortes, entre ilusiones y añoranzas, ella decidió dejar atrás toda confusión, conservar la sonrisa sumisa de su madre y las palabras de su padre, y fingir ser la doncella perfecta que ya se cansó de esperar en la torre. Quiso recordar, sentir un y otra vez aquella extraña emoción del secreto r