Su aguas pútridas no minarán nuestras raíces.
Sus gases tóxicos no asfixiarán nuestras altas ramas.
Sus lenguas como hachas no son amenaza; la corteza puede ceder, pero el corazón se arrecia con cada embestida.
Uno, árbol amenazado, indefenso ante realidad inofensa. Juntos, un bosque infranqueable que mira de frente al sol.
Y en lo alto las manos enramadas, se alzan buscando luz y calor.
Y bajo tierra principios ancestrales, las raíces hondas que llenan de savia nuestras venas, como ira contenida, como miles de voces clamando justicia, llevan a lo alto la sublime esperanza de encontrar la libertad...

Podrían por mil años tratar de nuestros principios arrancar, y eso mil años sobre las mismas ideas nuestras construir futuro.
Y podrían mil incendios provocar y nunca quemar nuestras ramas. La conciencia de un pueblo no se hace humo, ni su historia, ni su memoria...
Y aunque con todo lograsen arrasar, de entre cenizas la semilla siempre renacerá.

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