Rápido corre el tiempo, sin piedad. Y miro hacia atrás y me pregunto por mis triunfos, más derrotas se ciernen sobre mi cabeza que todas las miradas anteriores. O quizás es solo que olvido con facilidad, y pretendo andar y desandar como si las huellas sobre la grava no fueran más que la delezanble silueta de viejos ensueños. Nunca sabré si lo que no hice estuvo bien o mal. Sólo sé que lo hice, y que no puedo arrepentir, ya es tarde. Pero nunca tan tarde como para no volver a cometer el mismo error. “La experiencia es simplemente el nombre que le damos a nuestros errores” Y será la experiencia de lo que nos jactaremos al final del día. Un día te dije, yo sé más sobre esto que tú, en el fondo quería decirte que había caído más veces, que era más vulnerable, que temía más que tú. Pero tomaste el camino errado, y temiste por ti, temiste de mí. Todos temen en algún momento, álgunos logran salvar sus miedos, otros se paralizan o huyen así como tú lo haces ahora. Flores marchitas adorna...
Siempre me jacté de conocer el límite. De haber jugado al borde del precipicio, de nadar hasta el fondo de la copa y salir a la luz nuevamente. Nunca miré atrás. Más bien cargué con todo aquello que sabía que siempre me ataría al pasado; así me he ahorrado por años la tentación de convertirme en una estatua de sal; y eso me ha hecho más fuerte, la espalda y los brazos cansados de sostener el peso del pasado, me han ayudado a sostener sobre mi cabeza todos los cielos rotos. Pero un día desperté y quise más. Y entregué todo lo que tenía a cambio. Dudé, no lo niego, ¿para qué nos dotó Dios de razón si no fue para dudar? Vivía en la soledad, y encontré un amigo. Estaba sedienta y me dio de beber. Era la flor seca del jardín, pero a él no le importó, se hacía sentir como una flor igual a las demás, o más bella, o más lozana. Y creí que ya no necesitaría las rocas de mi pasado. Y reconocí los siete colores. Y no envidié más el perfume de otras flores.Y soñé con un jardín lleno de vida. Y...
¿ Hace cuanto que no te detienes a oír sus latidos? Su pregunta me sorprendió. No lo he pensado, pensé. ¿Por qué la pregunta?, pregunté. Es que algunos olvidan escucharlo, usted, ¿lo escucha joven? No. Yo soy de aquellos que han olvidado oír su corazón, el ruido de a ciudad puede más, el ruido de mi conciencia inquieta, el ruido de mis ideas estrujadas. He perdido el silencio interno, he perdido la paz de mi alma. La vida es corta, es parte de mi filosofía. La vida es corta y el mundo no se detiene por nosotros; sin piedad, sin detenciones.Todo fluye como un río sin estación estival. Todo gira como la Tierra sobre su eje. Todos avanzamos sin pensar en el otro. Todos nos centramos en nuestras propias quejas. ¿Por qué habría de detenerme yo? ¿Por qué tendría que pensar en los otros? ¿Por qué tendría que oír a otros? Sin darme cuenta he caído en la vorágine de la rutina, aquella que consume hasta lo más sublime de nuestras vidas, aquella que disipa la luz de nuestras mentes, aquella que n...