Los votos de ayer

Se había convencido de que el presente era el mayor tesoro con el que contaba.
Así, la buena nueva corría de pantalla en pantalla, por todas las redes sociales.
Una gran victoria se había llevado el pueblo. Hacían historia en las urnas una vez más, esta vez lucía esperanzadora.
Los pactos opresores de siempre habían cedido espacio a nuevos rostros.
Las pantallas lo confirmaban en cada hogar.
La alegría esquiva con nuevos colores llamaba a la puerta.
El canto de victoria estaba en boca de las mayorías, esta vez de las oprimidas. Sin regocijar esta vez a los opresores.
Se acercaba la media noche y aún faltaba la mitad de los votos.
Entonces cundió el espanto, comenzaba el conteo de los votos acumulados al fondo de las urnas, aquellos emitidos el día anterior.
Los votos fueron sacados en orden, un tanto aleatorio, pero no lo suficiente, y pasada la medianoche comenzaron a aflorar.
Así las brechas de la esperanza se acortaron y comenzó a decaer el espíritu triunfador.
Las distancias cesaron al punto de que mesa por mesa se luchó la vida en cada voto.
La desesperanza parecía arremeter con cada recuento televisado a cada hogar.
Las horas corrían, cargadas de incertidumbre.
Los votos del día anterior asediaron la inicial y feliz tendencia.
Las ciudades callaron y la noche llegó a su punto más álgido.
Entonces se divisaron los primeros rayos que dieron lugar al amanecer.



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