Inspección personal del tribunal

Al iniciar la conversación con la señora Micaela y consultada acerca de su nombre, no contesta. 

Consultada de cómo llegó hoy al tribunal, no contesta. 

Consultada de cuáles actividades realiza durante el día, no contesta. 


Ante diversas preguntas sobre la actualidad nacional, doña Micaela parece sonreír bajo su mascarilla, pero no consigue contestar. 


Mantiene durante toda la audiencia una actitud cordial y aunque parece escuchar las preguntas, no las contesta adecuadamente. 


Entonces comienza el momento desagradable, aquello para lo que fuimos convocadas. 


Luego de años de estudios, la medicina ha logrado integrar sus avances a la administración de justicia. Una de aquellos aportes justamente era la prueba a la cual someterían aquella mañana a Doña Micaela. 


Una de las características observadas en todas las sobrevivientes de aquella extraña enfermedad, era la capacidad de recordar con total precisión el día en que había comenzado su martirio. 


Así, la jueza se plantó frente a Doña Micaela y acomodándose la mascarilla, le preguntó con dulzura. 

  • - ¿Sabe qué día es hoy? Hoy es 23 de agosto del año 2020. ¿Qué planes tiene para mañana Doña Micaela? 

La mirada de Doña Micaela pareció iluminarse, y algo confuso e inquieto murmuró: 

  • - Mañana iré de voluntario. Al fin probarán la vacuna. 

  • - ¿Qué vacuna, Doña Micaela? - inquirió la jueza.  

  • - La vacuna, que será nuestra salvación, para combatir este maldito virus, que nos tiene encerrados, que se ha llevado a tantas. Se llevó a mi hermana de las primeras, ella era doctora, después se llevó a mi madre, ¿sabía?. Usted señorita debería cuidarse, o se la llevará a usted también – Sentenció Doña Micaela. 

  • - ¿Y recuerda lo que hizo el día de hoy? - continuó la jueza. 

Los ojos de Doña Micaela brillaron. Recordaba. Con todo detalle comenzó a narrar todos los hechos que tuvieron lugar el día 28 de enero de aquel insufrible año, su rutina, sus comidas y bebidas, los rostros que vio, las campanadas de la Parroquia del Niño Jesús de Praga lugar al que anhelaba volver a visitar, sus optimistas ideas sobre los acontecimientos que tendrían lugar al día siguiente. 

Entonces comenzó a vociferar que la vacuna sería la salvación, que los demás estábamos condenados. Comenzó a gritar y agitar el brazo que aún mantenía movilidad. Agitada e iracunda, Doña Micaela perdió todo rasgo de dulzura en su rostro. 

La jueza me hizo una seña y me dispuse a cumplir mi tarea. Saqué el estuche que contenía la jeringa, quité el sello y me acerqué lenta y dramáticamente a Doña Micaela. 

Al ver el implemento en mi mano, Doña Micaela tornó su ira en angustia. Comenzó a quejarse y profusas lágrimas corrieron por sus mejillas. 

  • - No, por favor, no. No quiero más dolor- suplicó entre sollozos, mientras le inyectaba el contenido de la jeringa en su brazo. 

  • A la luz de los acontecimientos desarrollados en esta audiencia, se da por acreditado que la inspeccionada ha sufrido de degeneración neurofísica, a consecuencia de la enfermedad DEAAS3, desarrollada como efecto secundario de la de la vacuna ASC-19, en cuyas pruebas conducentes a su aprobación participó voluntariamente la inspeccionada, desarrollada y aplicada por la transnacional farmacéutica  CosmoPlatón. Agréguese al expediente. Notifíquese a las partes interesadas para que ejerciten sus derechos. Díctese la declaración de interdicción. 

Yo bajé la vista mientras arrastraban la silla de ruedas en que serenamente reposaba Doña Micaela. Aquella declaración, bien se asimilaba a una sentencia de muerte. 

Los curadores de Doña Micaela ahora no solo tenían poder sobre sus bienes, sino que también sobre su vida. Conocidos los montos de las indemnizaciones que debía pagar la farmacéutica por los daños ocasionadas era un secreto a voces que la muerte de Doña Micaela tenía un precio más alto que su vida. 

Y ahora el camino estaba allanado para exigir ese precio.  

 




 

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