La Maldición del Poeta

A dos pasos de ella estaba nuevamente; en cualquier momento se volvería y la tendría frente a sí. Por fin podría revelarle su secreto: él era su ferviente admirador; el que cada día le hacía llegar versos inspirados en su beldad e inocencia, su anónimo poeta...
La chica se volteó y le sonrió indiferente; continuó su camino...
Como todos los días el joven poeta la dejó ir; sin atreverse a más que dejar los versos matutinos junto al bolso de la joven.
Como todos los días la maldición hizo de las suyas: las palabras no acudieron cuando fueron requeridas, hasta el momento de componer los versos para el día siguiente...

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