Función Interrumpida

Hace meses que él no visitaba el cine. Siempre había algo, algo más importante, o más importante en apariencia, que postergaba sus visitas al cine. Pero esa tarde nada ni nadie podría impedir que disfrutara de aquella exhibición de cultura visual.

La sala estaba desierta, sólo un par de parejas de oscuras intenciones y no mucha cara de interés por el film.

El aire acondicionado le venía de maravilla, el sol ardiente aún le quemaba la piel.

Se oscureció la sala, y un fuerte sonido lo sacó de sus cavilaciones. Un sorbo de refresco. Un par de palomitas dulces a la boca. Miró a su compañero de asiento, se inclinó sobre el costado

- Espero que sea buena.

- El otro día, vi ese comercial. Ya sé cual viene ahora…

Suspenso. El raudal de imágenes no se detenía, luces, sombras, voces, gritos. Una trama interesante. Murmullos. Murmullos en una sala de cine. Murmullos a su espalda en una sala de cine. Murmullos justamente a sus espaldas en una sala de cine. Murmullos justamente en una sala de cine luego de esperar meses por entrar a una. I n t o l e r a b l e. Intentó no prestar atención, pero los susurros no se detenían. La madeja soltaba sus nudos en pantalla, pero las carcajadas a su espalda resonaban con fuerza dentro de su cabeza. Un aullido, una risa. Un disparo, murmullos. ¿Un avispero se había anidado a sus espaldas, o había gente que no comprendía que otras personas querían disfrutar de la proyección? Susurros, susurros, carcajadas reprimidas, risotadas, murmullos, zumbido de abejas, seres irrespetuosos incapaces de apreciar el arte de las imágenes en movimiento.

La dulzura de las flores de maíz no suavizaba su malestar. No podía concentrarse, no podía hacer nada para acallar esas voces que brotaban tras su espalda.

No soportó un segundo más. Iracundo se levantó, su compañero atónito no reaccionó mientras lo veía alejarse a largas zancadas.

La última escena que divisó fue un hombre atado a una silla en medio de una sala, similar a un anfiteatro, rodeado de hombres de traje oscuro y grisáceo mostacho, la luna plena y argentada abriéndose paso entre las sombras noctámbulas, mientras el hombre del centro convulsionaba mientras comenzaba a denotar los primeros síntomas de su licantropía..

Lo último que escuchó:

- Caballero, oiga, caballero, lo van a matar… Oiga caballero, hay un hombre lobo detrás de usted… caballero, dese vuelta... caballero…

Los murmullos nunca cesarían. Mejor esperar la próxima función.







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