Café amargo


Tus ojos ya no pueden mentirme. Son como tazas de café entre mis manos. Café un tanto amargo, debo decirlo. Parecido más bien a a los restos del buen café. Pues eso eres, o en eso te has convertido. Una vez explotados tus encantos, ya no mereces mi atención.
Es una pena que te desgastes tan rápido. Una mujer bella como tú, merece alguien como yo. Pero no me mereces.
Tus ojos son como el café de la mañana, que despierta, que alerta, que encausa los sentidos hacia un nuevo día, y tu piel, la leche que lo suaviza. Pero el café cansa, así como tus besos y tu voz, el cuerpo se vuelve tolerante y ya no te excita lo mismo que antes.
Tú eres como el café, ya no tienes los mismos efectos de otrora.
Quizás algún día cambies. No sé, tal vez un nuevo sabor, o más espuma.
Por mientras eres, y no serás más que un resto de café amargo en mis labios resecos.

Comentarios

Paula dijo…
Es muchas veces el problema de las adicciones.
Terminan por ostigar.

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