Noches vacías
El silencio nocturno, el más duro de todos. La soledad la rodeaba, la oscuridad la consumía.
Una débil chispa de vida en medio de la cama, y el humo del tabaco ascendía al cielo como un espíritu errante...
Envuelta en las sábanas, consumía uno tras otro un paquete de cigarillos, el segundo del día.
Cause I love you, yes, I love you...
Las horas se volvían cenizas. El día entero cupo en el cenicero. La vida entera no era más que humo y cenizas...
Una mañana, café negro y soledad. Una tarde, tabaco y soledad. Una noche, alcohol y más soledad.
La casa era tan grande una vez que los invitados marcharon. Los muros tan fríos. El lecho se ampliaba cada vez que lo recordaba, cada vez que evocaba su perfume. Su aroma, aún recordaba la primera vez que se lo obsequió. Y el humo no llenaba su vacío. Ni el vacío del lecho, ni la sima de su pecho.
Some hand in hand...
¿Cómo alguien que ya no está, sigue tan presente? ¿Cómo el vacío se expande en la noche? Y el tiempo se congela, te congela... Y te oprime, y te envuelve, como una sábana de satén blanco, como una red de recuerdos que echan al mar los pescadores de almas perdidas.
Ella no quería perderse en el pasado. Ella no quería detenerse como el reloj de la sala. Ella no quería marchitarse como las flores del cortejo. Ella quería vivir, sí quería vivir. Porque lo amaba, sí ella lo amaba.
Cause I love you, yes I love you...
Pero él ya no estaba. Y los cigarrillos se acaban con facilidad.
El maquillaje de varios días, envuelta en las mismas sábanas, respirando el mefítico humo por costumbre. El mundo parecía no girar en ese pequeño mundo de cortinas cerradas. Y aún así, ella no quería perderse en aquella noche eterna, sin estrellas, sin risas, sin palabras, sin perfume, ni colores, aquella noche eterna, como tres días atrás, cuando leyó una carta que nunca debió entregarse, y a cuyo remitente jamás debió dejar ir.
Nights in white satin,
never reaching the end,
letters I've written,
never meaning to send.
A veces la gente nos deja, se aleja, sin regresar. Y las noches caen, para que el sol brille una vez más. Pero esa noche nadie cantaría junto a ella su dolor, y sólo el silencio se enteraría de cuanto amó a aquel que ahora descansa en el seno de la tierra.
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