Locura en flor: Parte primera
¡Te reís!... Pero sólo vos me ves. Mientras tomaba entre sus manos las flores resecas que caían del florero, la joven morena que permanecía inmóvil en la esquina no separaba sus ojos del horizonte perdido. Él abría sus manos como alforja que cuidara exquisito tesoro, y aún parecía perfumar el ambiente con aquellos marchitos pétalos. Y respiraba sobre cada flor marchita, para que esta soltara sus vestidos, como seducidas por aquel galante hombre que recogía ahora sus ropas. Con suma delicadeza las aprisionaba y entre sus dedos, sin dejar escapar ni un solo pétalo, pero sin oprimirlas, quien podría oprimir una creación tan bella, quien podría apresar la belleza hecha vida. Se acercó a la mujer morena de la esquina. Y le habló del cielo, de los árboles, de las aves que anuncian el arrebol de la aurora, de como se posa el sol en tus ojos, y como haría bailar las estrellas sobre tu cabeza, y mira, no son éstas flores secas, son amores marchitos, historias de alguien que llora y s