Si no regreso, es sólo porque ya no voy por el mismo camino.
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- Yo no soy tú.- Susurró una voz cavernosa desde el otro lado del cristal. Retrocedí un paso, y la mujer que me habló, hizo lo mismo, sorprendida, igual que yo. - Yo no soy tu reflejo; yo soy la imagen de aquello que tú quieres ver en el espejo.
Del cielo caía como lluvia, y de la tierra brotada como hierba. Eran los tiempos del olvido, donde los viejos dioses eran losas frías y nuevos colores daban respuesta a los desconsolados. La esperanza y la inocencia se tranzaban a bajos costos, como si la moral humana tuviera valor o precio. Las auroras eran grises y el crepúsculo se matizaba con el eterno fulgor de la ciudad. Sin días ni noches. Relojes que contaban horas infinitas, esperando un manto obscuro devorado por el avance del Nuevo Día. Cuando anunciaron el Nuevo Día, como la buena nueva de la Iglesia del Descontento y lo Desechable, todos se arrodillaron ante el alzamiento del Nuevo Hombre. El Nuevo Hombre entró en cada hogar y en cada escuela, portando la luz eterna del Nuevo Día, del resplandor infinito, dejando atrás aquellas noches de temor y dolor que azotaron a la humanidad desde sus inicios. Era esperanza, era la respuesta a las súplicas de miles de castigados por el oscuro lado de la vida. Y...
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