Contra raza
Cuando nací le dijeron a mi mamá que me pusiera un apellido normal, un apellido como la gente.
Llegué a este lugar buscando una oportunidad; un espacio; cansada de ser extraña en la tierra de mis ancestros. Expulsados, errantes, mi familia caminó siglos entre el límite del silencio y la extinición, represión.
Un dictador dijo que no existíamos, que sólo eramos chilenos; nacionales de una nación que nos nrobó, ultrajó y humilló.
Me miro al espejo mientras me cepillo el cabello, negro y lacio como el de mi madre, tengo también sus ojos, pero llenos de agua como mi papá, a quien nunca vi. Siempre digo que nací de mi madre sola, como el pehuén nace de la tierra sola; el agua vino y se fue, se escurre como mi padre sin nombre. Tengo las mejillas tostadas como mi abuela, tostadas como la harina demasiado tiempo al fuego. Me río ahora, d eniña era distinta de todos; no era como los niños de la ciudad; y mis primos se reían de mis ojos de cielo, sin las lumbreras que mi pueblo ostenta orgulloso en su mirada; como nadie, era de nadie, de ningún lugar.
Ahora llego acá; y nada cambia. No pertenezco, y a nadie me parezco. No soy chilena para muchos, y tampoco quiero serlo mientras opriman a mi familia, y continúen siendo flagelados, por pedir lo que es suyo.
Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón, me dijo una compañera cuando discutíamos sobre mi pueblo. Nosotros nada hemos tomado que no nos pertenezca, fueron ellos los que llegaron matanto y predicando, inundando y talando, quemando y disparando antes de que el primero de nosotros encendiera la primera tea.
No somos gente mala. Queremos lo que todos quieren, un lugar, un hogar. Es la gente mala quien quiere lo que los demás tienen; y no tienen más consejero que la ambición. No buscan la belleza, la paz; buscan la riqueza, la utilidad.
Somos igual que todos-, con otro color, otras creencias, pero buscamos ocupar el lugar que alguna vez nos vedaron.
Tomo mi mochila y salgo. Hoy a marchar. Unos celebran el día de la raza. Yo y mi pueblo tenemos un año más sin nada que celebrar.
Llegué a este lugar buscando una oportunidad; un espacio; cansada de ser extraña en la tierra de mis ancestros. Expulsados, errantes, mi familia caminó siglos entre el límite del silencio y la extinición, represión.
Un dictador dijo que no existíamos, que sólo eramos chilenos; nacionales de una nación que nos nrobó, ultrajó y humilló.
Me miro al espejo mientras me cepillo el cabello, negro y lacio como el de mi madre, tengo también sus ojos, pero llenos de agua como mi papá, a quien nunca vi. Siempre digo que nací de mi madre sola, como el pehuén nace de la tierra sola; el agua vino y se fue, se escurre como mi padre sin nombre. Tengo las mejillas tostadas como mi abuela, tostadas como la harina demasiado tiempo al fuego. Me río ahora, d eniña era distinta de todos; no era como los niños de la ciudad; y mis primos se reían de mis ojos de cielo, sin las lumbreras que mi pueblo ostenta orgulloso en su mirada; como nadie, era de nadie, de ningún lugar.
Ahora llego acá; y nada cambia. No pertenezco, y a nadie me parezco. No soy chilena para muchos, y tampoco quiero serlo mientras opriman a mi familia, y continúen siendo flagelados, por pedir lo que es suyo.
Ladrón que roba a ladrón tiene cien años de perdón, me dijo una compañera cuando discutíamos sobre mi pueblo. Nosotros nada hemos tomado que no nos pertenezca, fueron ellos los que llegaron matanto y predicando, inundando y talando, quemando y disparando antes de que el primero de nosotros encendiera la primera tea.
No somos gente mala. Queremos lo que todos quieren, un lugar, un hogar. Es la gente mala quien quiere lo que los demás tienen; y no tienen más consejero que la ambición. No buscan la belleza, la paz; buscan la riqueza, la utilidad.
Somos igual que todos-, con otro color, otras creencias, pero buscamos ocupar el lugar que alguna vez nos vedaron.
Tomo mi mochila y salgo. Hoy a marchar. Unos celebran el día de la raza. Yo y mi pueblo tenemos un año más sin nada que celebrar.
Comentarios
Podría ser tan simple como ver quien conquistó a quien, si el otro no puede liberarse pues que mala cuea, luchando se consigue la libertad, y si no, buena suerte con tu número de carnet.
Me gustaría ver al pueblo mapuche feliz de poder decirse a si mismos chilenos, pero a la vez orgullosos con sus raíces, con su propia historia y lengua
¿será tan difícil congeniar ambas cosas? ¿qué encuentren el espacio que les corresponde en el mundo?