Hombre sembrando esperanza
Era el hombre a contraluz. Era un hombre contra el viento. Refugiado en la temerosa penumbra del ocaso. Su piel morena blanqueada por el polvo. Sus ojos marchitos humedecidos por la pena. Encerrado en un cuarto desmoronado; preso del infinito y la agreste tierra.
Era un hombre revolviendo escombros. La vida entera se deshizo en sus manos. Trozos de barro seco y polvo de sueños lejanos; rodeado de cientos de cientos de recuerdos quebrados.
Era un hombre sumido en el barro. Era todo cuanto había logrado. Frágiles esperanzas nos da la vida. Débiles triunfos, luego viene el llanto. Aquello obtenido, ahora derrumbado; quien tuvo su hoguera, ahora nada en cenizas.
Pero el hombre guardaba esperanzas; tendremos casa nueva, más linda, más amplia. Y con sus manos movía terrones, como de joven labraba la tierra.
Yo observaba la silente labor del hombre con voluntad de acero. Cómo alguien tan viejo y cansado, podría ver entre el polvo un destello. Pero el hombre seguía su tarea, sembrando en el aire esperanza. Suspiraba el vetusto soñador, tendremos una linda casa.
El encanecido hombre me sonríe, que bueno que vino a vernos. Avanzo entre vigas y tejas quebradas; le extiendo mi mano, abrazo a mi abuelo.
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