Laguna mental
No digo tu nombre, pues tú lo conoces mejor que yo...
Ayer vi tu doble. Quizás tu alma en pena. Y cuando lo tuve frente a mí, me alegré de que no fueras tú realmente.
No es que tema estrellarme contigo en algún rincón de esta gris ciudad, o en los recovecos de un bar ahogado por el humo de la miseria. Es sólo que me quedé con el pecho vacío de tanto correr lo más lejos que podían llevarme mis pies, lo más lejos posible de ti. Temí quedarme adosada a tu pecho y no poder respirar más que tu aire...
El otro día desperté abrazada a una espalda desnuda, y me pregunté si esa habría de ser tu espalda desnuda, de haber pasado aquella contigo. Siempre me pregunto esas cosas, no es que añore lo que nunca fue; es sólo que las palabras no dichas quedan sueltas y oscilantes en la sima de mi alma.
Cosas así son las que me despiertan a media noche y me obligan a buscar papel y pluma, pluma exangüe y moribunda, pero pluma después de todo. Pensamientos que abruman las entrañas, y escocen como sal en las heridas. Muchas cicatrices ornan mi pasado.
He conocido mucha gente. Pero nadie se parece a ti. O quizás, sí, pero me he esforzado por lavar tu recuerdo y envolverte en un halo de misterio, para no pensarte, ni sentirte, para no recordarte y creer y jurar que eres un falso recuerdo. Una laguna mental. Una palabra que ha sido tachada... No sé cómo llegaste, sólo sé que yo fui quien huyó de todo. Y ahora soy yo, quien se esfuerza por no recordarte.
Por un momento te creí, y esperé una respuesta. Ahora comprendo que las incoherencias no tienen más respuesta que el silencio. O quizás eres como todos, y temo que así lo sea, y nunca más vuelvas la mirada hacia lo que nunca fue, pero créeme que sí pudo ser.
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