Tu amplia sonrisa
Sólo por hoy no te disocio de mi pluma.
Eres tú, sí, no lo dudes.
Lo que no te digo a la cara,
te lo explico en mi propio mundo.
Pocas miradas se han llevado mi pensamiento, pero tus ojos son fuentes donde podría ahogarme sin resistencia.
Pocas manos han merecido las mías, y no es por sonar arrogante, pero sólo un par de veces he querido sostener otro par entre las mías con la misma intensidad.
Muchos labios, no te lo niego, más de los que tú has besado; pero los tuyos poseen un efluvio distinto, un aroma envolvente, una miel tan amara, que me deja sin aliento, sin sensaciones.
Cuando caiga la noche, una noche no muy lejana quizás, podré abrazarte nuevamente, y recogerme en ti. Y me pedirás que te dé libertad, que no intente dominarte; yo sonreiré en la penumbra, ¿como ponerte bajo mi sombra si bien sé que nunca estarás tan cerca?
Y pareciera que sé tanto de ti, pero sé que eres un jardín lleno de recovecos.
Pero nada espero de ti, como un labrador que espera la estación sin animarse a recoger frutos, agradecido de las dávidas de la naturaleza.
No acostumbro encumbrar mis ilusiones, ya que se pueden extraviar entre las nubes, y no tengo el valor de echar a volar en su búsqueda. Ilusión enaltecida, ilusión perdida. Y tú, el hombre de la amplia sonrisa, estás al borde de mi campo visual, un paso más y desapareces, pero oscilas sobre mi cabeza, como si fueras tú, mi ilusión perdida, el que no se atreve a alejarse de mí. No sé si jalar de la cuerda y atraerte a mí, o dejar que huyas con el viento del ocaso. Un amor anochecido, no pasa de ser una fugaz estrella; un amor no concluido es sólo un recuerdo de litera. No quisiera que tu recuerdo se oxidara en un baúl, más no puedo pretender alzar para ti un altar, ni conservarte en formalina, ni siquiera puedo prometer que siempre te recordaré. Me pides que comprenda, y lo hago; lo que no puedo comprender es porqué yo sigo aquí, tantas flores que podría recoger en otros rincones...
No me sentaré a esperar a que cabalgues hasta mi ventana, y no te lanzaré mis trenzas para que subas hasta mi tálamo; pero no he de negar que es más fácil llegar a él que a mi corazón. Y puede que me contradiga, las doctrinas nunca han sido coherentes, la mía menos. Pero podría trazar una línea que te demarcara los límites entre los que vago si me lo pideras. Si me lo pideras, haría muchas cosas que nunca he hecho por alguien más... Pero sé que no lo harás, no sé si por temor o por orgullo, pero ambas atan y detienen, y consumen, y alejan, y al parecer es tu destino estar lejos de mi luctuosa silueta.
Yo no huiré. No pretendo negar lo que creo sentir, más bien dejaré que las hojas envejezcan a su ritmo natural; en las cosas humanas nada ha de ser ab æternum...
Y muchas noches podrán sucederse antes de conocer tu corazón, e incontables las estrellas que me sonreíran en tu ausencia; mas sólo será tu amplia sonrisa la que podrá mantenerme despierta en la hora más oscura.
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