No es el dolor de los sueños rotos. Sólo es el recuerdo de pasos y risas por el pasillo; el perfume de flores secas.
No es la culpa de los años, es el peso de las ramas que se alzan al cielo, infinitas.
Tampoco es la noche, la copa se vacía siempre al mismo ritmo.

No es la soledad, es la compañía de lo inesperado.

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